martes, 21 de septiembre de 2010

“China es el mayor emisor de CO2 del mundo”

DEPENDE DE CÓMO SE MIDA. La sabiduría convencional señala que China ya sobrepasó a EEUU como el mayor emisor de CO2 a nivel global, lo cual lo convertiría en el principal país contribuyente al cambio climático. Para buena parte de la prensa occidental, esto equivale a decir que el gigante asiático es el principal “villano” en materia de calentamiento global.
Pero lo anterior sólo es cierto si las emisiones de CO2 se miden en función de sus fuentes productoras (chimeneas, tubos de escape, deforestación, etc.), y ésta no es la única forma de medirlas. Por ejemplo, una forma alternativa que ha empezado a discutirse en ambientes académicos e incluso gubernamentales consiste en medir las emisiones asociadas a los productos y servicios que se consumen en un país, sin importar de dónde provengan éstos.
Véase qué pasa con China si se hace este último cálculo. Según un influyente artículo publicado por los científicos Steven Davies y Ken Caldeira en Proceedings of the National Academy of Science (la revista de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos), China “dejó de emitir” 381 millones de toneladas de CO2 al importar productos en lugar de fabricarlos localmente en el 2004 (ésta es fecha más reciente a partir de la cual se pueden hacer estos cálculos). En sentido inverso, China “exportó” ese año 1,490 millones de toneladas de CO2 a otros países donde se consumieron sus productos. Por tanto, sus “exportaciones netas” de CO2 fueron de 1,109 millones de toneladas.
Para tener una idea de la magnitud de esto, Tao Wang y Jim Watson, del Sussex Energy Group, explican que tal cifra representa el 23% del total de las emisiones chinas, es decir, casi el equivalente a las emisiones de Japón o cerca de las de Alemania y Australia sumadas.The Economist lo describe de esta otra manera: es como tener 500 centrales eléctricas de 1,000 MW en China que exportan toda su electricidad a países vecinos, pero cuyas emisiones de CO2 se siguen contando dentro del país.
Ahora, si este cálculo de emisiones asociadas al consumo se hace a nivel global, el resultado es que EEUU sigue siendo el principal emisor de CO2 en el mundo (y lo seguirá siendo por mucho tiempo), mientras que las emisiones de los países europeos suben también en aproximadamente un tercio y las de China caen considerablemente. Nótese, por ejemplo, que de las 19.1 toneladas de CO2 que se emiten per cápita en Estados Unidos, 10.3 toneladas son “importadas”.
Detrás de todo esto está un fenómeno conocido como “leakage” (fuga), que consiste en la recolocación de las industrias contaminantes en países como China por el incremento de los estándares medioambientales en los países occidentales. Algunos académicos señalan que este fenómeno se explica también por los menores costos de mano de obra, el crecimiento mismo de los mercados emergentes, la globalización de las rutas logísticas y, en el caso chino, por la subvaluación de su moneda, que impulsó su modelo exportador. No puede decirse, por tanto, que China es una “víctima” de este fenómeno (ha sustentado su vertiginoso crecimiento económico en él). Pero lo que sí podría argumentarse es que la principal responsabilidad de enfrentar el cambio climático sigue estando en los países desarrollados, cuyo estilo de vida se sostiene en actividades contaminantes que no se realizan en sus propios vecindarios, sino que se tercerizan a los países en desarrollo.

“China no quiere dar su brazo a torcer en las negociaciones internacionales”




YA LO HA HECHO. El resultado de la Cumbre de Copenhague de diciembre pasado fue el escueto “Acuerdo de Copenhague” que –conforme dicen algunos testigos– se logró luego de que Barack Obama, presidente de EEUU, irrumpiera sin invitación a una reunión donde estaban las cabezas del denominado grupo BASIC (Brasil, Sudáfrica, India y China). Según se ha reportado, Obama pidió tres cosas: que se adoptara el 2020 como año en el cual las emisiones de CO2 alcanzarían su pico; que se comprometieran reducciones de emisiones de 50% para el 2050; y que se estableciera un sistema de monitoreo y verificación para estos objetivos. De los tres planteamientos, los BASIC sólo habrían aceptado el último, y parcialmente.
Esto ha llevado a que se califique a China particularmente como el país que “boicoteó” las negociaciones de Copenhague (el secretario de Energía del Reino Unido lo dijo textualmente en un artículo en The Guardian). No obstante, en Copenhague ocurrió un gran cambio que pocos han notado: el grupo BASIC, con China a la cabeza, dejó de lado el argumento de la “responsabilidad histórica” de los países desarrollados, el cual señala que han venido contaminando desde mucho antes para poder apalancar su propio crecimiento económico. Es decir, el planteamiento de los BASIC ya no consiste en que deben ser los países desarrollados los únicos que hagan esfuerzos por combatir el cambio climático, sino que han reconocido su responsabilidad individual (lo que le generó un problema al enviado climático indio, por ejemplo, cuando tuvo luego que enfrentar a su parlamento). Esta postura es distinta a la que típicamente venía teniendo el gobierno chino, que se oponía a todo tipo de compromiso –incluso voluntario– por el miedo a que éste diera pie a mayores exigencias en el futuro inmediato.
Esta vez, los compromisos de China han sido incluso más tangibles que los de EEUU: reducir el ratio de emisiones de CO2 por unidad del PBI en entre 40% y 45% para el 2020 (respecto de niveles del 2005), incrementar su parque de energías renovables en 15% y aumentar la cobertura de bosques en 40 millones de hectáreas. Pese a que China ha sido el principal beneficiario del Mercado de Desarrollo Limpio vinculado al Protocolo de Kyoto (ha recibido la mitad –US$1,000 millones– de los fondos colocados), parece haberse resignado también a no ser uno de los receptores de los fondos para adaptación que también se establecieron en el Acuerdo de Copenhague.
Esto parece indicar que la posición china ha dejado de ser obstruccionista, pero no necesariamente implica que los compromisos chinos sean los ideales. Según Michael A. Levi, especialista en temas energéticos y ambientales del Council on Foreign Relations, el problema con las propuestas chinas no es que no vayan a generar reducciones de emisiones, sino que no se apartan de la trayectoria actual (business-as-usual) del país. De acuerdo con Levi, la meta de reducir la intensidad del carbono por unidad de PBI podría cumplirse aun cuando las emisiones de CO2 de China aumenten en un 40% hasta el 2020. Es más, si se tienen en cuenta los esfuerzos realizados por China en el período 2005-2010, lo que tendría que hacer el gigante asiático de acá al 2020 sería mucho menos ambicioso de lo que ha venido haciendo en los cinco años previos.
Desafortunadamente, esto no distingue a China de otros países –incluso los europeos–, sino que sólo confirma una realidad global: los compromisos medioambientales podrían ser muy mayores a los que se han propuesto en el marco del Acuerdo de Copenhague. Así las cosas, bien podría ser la propia China la que muestre con el ejemplo –y para bien de sus propios ciudadanos– que se puede ir más allá del “business-as-usual”. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario